Describiendo los objetos – Desafios Educativos

Describiendo los objetos

Todo escritor necesita ser, primeramente, un buen observador. Mirando el mundo, buscando sus detalles, aprendemos a descubrir rincones interesantes allí donde parecía no haber nada para contar.

Algunos escritores han hecho el ejercicio de pararse al lado de un árbol cada día y describirlo más y más cada vez. Allí donde pensaban que ya habían visto todo y dicho todo acerca del árbol, descubrían que, ante la necesidad de seguir diciendo más, encontraban más detalles que habían resultado invisibles hasta ese momento.

En lo que hace a los objetos, ¿se te había ocurrido pensar que el diccionario los describe para decirnos de qué se trata?

Por ejemplo:

  • Silla: asiento individual, con respaldo y patas.
  • Puchero: cocido de carne, verduras, etc. Gestos que preceden al llanto.

¡Buscá más ejemplos y sorprendete!

 

Todo depende de tu punto de vista

Todo lo que leemos, todo lo que escribimos está construido a partir de un punto de vista determinado. Cada escritor imprime su forma de ver las cosas en su producción. Los lectores pueden descubrir el punto de vista leyendo con atención: los temas que se elige escribir, las palabras con las que se prefiere decir cada cosa, el orden en que vamos desarrollando nuestra idea son parte de nuestro punto de vista.

A la hora de leer resulta interesante preguntarse ¿quién habla?

 

La descripción

Cuando describimos explicamos cómo son los lugares, las personas o los objetos. Las palabras del escritor se transforman en un puente entre el mundo que imagina y los ojos del lector. Puede tratarse de un mundo real o imaginado. De un recuerdo o de un invento.

Ambienta una acción. Por ejemplo, al describir una tormenta en el mar, podemos imaginar cómo se mueve el barco, acercarnos a la sensación de peligro, recrear los ruidos del agua, la temperatura… Si esto sucede de noche o de día, sentiremos mayor o menor temor. La descripción “nos pone en la situación” y prepara todo el ambiente para que se desarrolle la acción.

Si se trata de un personaje, nos da detalles de su forma de vestir, de sus movimientos y de sus rasgos. Con estos datos nos iremos acercando a su personalidad.

En el caso de los objetos, la descripción nos acerca a ellos, como si una cámara hiciera zoom y nos permitiera ver mejor.

La descripción suma y ordena detalles que nos permiten recrear el mundo que el escritor está imaginando para su historia.

 

La descripción y la acción

La descripción detiene el movimiento que las cosas venían realizando. Todo parece quedarse quieto un ratito, para que podamos mirar el ambiente y hacernos una composición de lugar. Después se retoma la acción, enriquecida por dicha ambientación.

 

Herramientas para describir

En un texto científico o periodístico las descripciones intentan ser objetivas. El escritor intenta no mostrar su propio punto de vista.

En la literatura, las descripciones pueden tener todo tipo de matices. El escritor tiene permiso para contar las cosas tal como él las ve, aunque no respete la realidad. Podemos exagerar: “la terrible tormenta”, “la feroz hormiga”. Usar comparaciones que denotan cómo sentimos aquello que describimos: “inquieta como las olas”, “misteriosa como una caja cerrada”.

Para componer cada espacio, elegimos palabras que tengan relación entre sí: si se trata de la descripción de un ambiente marino, mencionaremos barcos, agua, puertos, velas, pescadores, ballenas… Si se trata de una casa, hablaremos de sus puertas, sus columnas, el color de sus paredes, los muebles que la habitan.

Todos los detalles registrados ayudarán al lector para que pueda ver ese lugar que queremos mostrarle.

Te desafiamos a describir tu lugar preferido, pero sin nombrarlo nunca, intentando mostrar con palabras cómo es. Después compartí tu trabajo con alguien ¿descubrió de qué lugar se trata?

 

La descripción y los sentidos

Podemos describir a partir de los cinco sentidos. Aquí van algunos ejemplos:

Escuchando…

  • La casa silenciosa. Voces apagadas. Roces estridentes.
  • ¿Acaso las casas hablan?

Saboreando…

  • Dulces miradas. Una amarga decepción. Su cara insípida.
  • ¿Las miradas saben a miel?

Olfateando…

  • Gestos hediondos. Caricias perfumadas.
  • ¿Los gestos dan olor?

Mirando…

  • La sonrisa luminosa. Su ropa colorida. Los pasos largos.
  • ¿Las sonrisas dan luz?

Tocando…

  • Esa personalidad áspera. La presencia tibia. Su cabello suave.
  • ¿El carácter de las personas raspa?

Las palabras nos permiten jugar con los cinco sentidos y crear nuevos. Porque una mirada no tiene gusto a chocolate. Pero puede parecernos tan, pero tan dulce que nos recuerde a él. Una mala respuesta puede hacernos sentir frío en la espalda y eso no quiere decir que tengamos un hielo recorriendo nuestra piel. Podemos observar el temblor de una mirada sin que se le muevan los ojos a la persona que miramos.

Sólo es cuestión de animarse a jugar, a crear nuevas formas de contar y describir. Mezclar sentidos, cruzar sensaciones, buscar la manera más perfecta de decir aquello que queremos contar.

¿Cómo escribirá una persona enamorada? ¿Y alguien que está muy enojado? Los estados de ánimo viajan en el texto y, muchas veces, llegan al lector generando nuevas sensaciones. ¿Alguna vez te emocionaste leyendo una historia? ¿Te reíste? ¿Te enojaste con un personaje? ¿Y con un final inesperado?

Ese es el poder de las palabras.

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