La Batalla de Vuelta de Obligado, de 1845, se recuerda como una de las gestas bélicas más temerarias de la historia argentina: consistió en la defensa del río Paraná dispuesta por el gobernador Juan Manuel de Rosas ante embarcaciones anglo-francesas que intentaban remontarlo sin permiso de la Confederación Argentina.

Fueron 2000 hombres, con 27 cañones y cadenas cruzadas sobre el río, al mando de Lucio Norberto Mansilla, los que estoicamente trabaron en un recodo del río Paraná (entre San Pedro y Ramallo, provincia de Buenos Aires) a una escuadra compuesta por decenas de bergantines extranjeros que pretendían forzar el paso para comerciar sobre el litoral.

Si bien la flota extranjera superaba ampliamente en poderío a las tropas locales y, finalmente, lograron atravesar el embargo de fuego cruzado, la resistencia fue tal que logró disuadir las aspiraciones belicistas y retomar los canales diplomáticos entre ambas partes. En 1949 se firmaría la Convención Arana-Southern, que selló la paz con Gran Bretaña, en donde el gobierno de británico reconoció “ser la navegación del Río Paraná una navegación interior de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos; lo mismo que la del Río Uruguay en común con el Estado Oriental”.

La libre navegación de ríos recién fue instituida en nuestra Constitución Nacional en 1853.