Día del Árbol: La deforestación y la desertificación de los suelos
Geografía, Ecología, Economía | 23 agosto, 2019Las plantas y árboles que crecen en el suelo ayudan a protegerlo: evitan que el agua arrastre los nutrientes del suelo, que el viento disperse sus partículas, y generan ecosistemas donde los seres vivos se desarrollan y aportan materia orgánica a la tierra, aumentando su fertilidad.
A medida que la población va aumentando, y va creciendo la necesidad de producir alimentos, se talan más y más árboles, para usar las tierras para el cultivo. A esto se lo conoce como “deforestación”.
La desaparición de los bosques afecta al suelo, degradándolo.
Los suelos que sufren la deforestación van perdiendo la vegetación, la materia orgánica y los nutrientes. El suelo se va quedando desnudo, y es más fácilmente erosionable. ¿Qué quiere decir esto?
El agua y el viento erosionan el suelo, cambiando los paisajes y arrastrando nutrientes, minerales y partículas. Un suelo desnudo resiste mucho menos esta acción erosiva, y se va degradando cada vez más, perdiendo su riqueza y su fertilidad.
Esta degradación de los suelos puede llevar a su desertificación, cuando ya no son capaces de mantener ni vegetación natural ni cultivos. Estos suelos son muy débiles, y pierden, poco a poco, la capacidad de recuperarse.
Esto afecta a todos los seres vivos que dependemos de él: el suelo es el sostén de los ecosistemas, y su degradación también implica el empobrecimiento de los ecosistemas.