La poesía es un texto literario. Tiene una particularidad que lo diferencia de todos los demás: la forma en que utiliza el lenguaje. El cómo se dice importa tanto o más que lo que se dice. Las palabras juegan unas con otras, y de este juego nacen nuevos significados.

Veamos un ejemplo:

Una pava con fama de letrada

fue a decir un discurso a Ensenada,

la aplaudió mucha gente

pero, naturalmente,

la Pava solo dijo una pavada.

Una pava con fama de letrada… María Elena Walsh.

 

Cuando leemos una poesía, parece que lo hacemos siguiendo una musiquita. Esta es otra particularidad del texto poético: su ritmo. Entonces, un poema no solamente representa la idea que nos quiere transmitir con las palabras, sino que también nos “invita” a escucharla.

¿Cómo se logra el ritmo? Eso es muy fácil. Mirá bien el poema de María Elena Walsh. Está dividido en renglones. Cada uno de ellos se llama verso. Y un conjunto de versos se llama estrofa. En este caso, tenemos cinco versos y una estrofa.

Ahora fijate en las últimas palabras de cada verso. ¿Notas alguna particularidad, algo que te llame la atención? ¡Terminan con las mismas letras! Esto es lo que permite que un poema tenga ritmo. Cuando nos encontramos que las últimas palabras de un verso suenan igual que las últimas palabras de otro verso, lo llamamos rima.

Otra característica de este tipo de texto, es que no suele nombrar directamente aquello de lo que habla. Por ejemplo, si el texto dice “como un caballo cruza corriendo / tu callado callado nombre”, es un modo especial de referirse al recuerdo de alguien que está ausente. Esta forma de usar el lenguaje, tan propia de la poesía, es lo que se llama lenguaje figurado.