Pensar en los inventos nos sumerge en un sinnúmero de elementos tangibles e intangibles, cercanos o lejanos, más o menos conocidos… pero cuando observamos nuestra vida cotidiana, nos encontramos con que estamos rodeados de objetos, que en algún momento de la historia fueron inventados por alguien, por la simple necesidad de cumplir alguna función.

Algunos se conservan tal cual fueron pensados y otros, en general los que tienen que ver con la tecnología, se actualizan a un ritmo tan vertiginoso que tenemos la sensación de no poder llegar nunca a disponer del último modelo existente.

El hombre en su realidad necesita estos objetos, para vivir, para trabajar, para relacionarse, para trasladarse… Y es así como algunos elementos que en sus orígenes fueron creados a base de troncos y piedras, en la actualidad tienen su variante más evolucionada.

Una de las características que diferencian al hombre como ser racional o como «homo sapiens» de los demás seres de la creación es su capacidad de lograr inventos. Desde los comienzos de la aparición del hombre, éste se ha esforzado por crear elementos que hagan más fáciles algunas tareas, o que resuelvan problemáticas que se presentaban y a las que había que buscarles una solución, de ahí lo que conlleva la tecnología, por sencilla que parezca. Toda creación humana es cultural, y, así mismo, es tecnológica. Pero no solo hablamos de objetos, el hombre ha sido el creador del sistema de signos más complejo existente en la realidad humana: el lenguaje.

La mente humana fue capaz de inventar un código para comunicarse con sus semejantes, y recibir y decodificar mensajes. Este invento en el que interviene el proceso mental, es el máximo exponente de lo que nos diferencia de los animales. La palabra, el pensamiento, el uso de herramientas, aún las más rudimentarias, conllevan la clara diferencia que convierte al hombre en un ser humano.